Luego de interminables horas arribaron a los Mares de Platino y se alojaron en una cabaña austera que encontraron en las cercanías de las tierras de aquél que alguna vez fue Rey de las noches de Nueva York.
Visitaron al Conde de Brandemburgo y, luego de pasar un día con su familia, retornaron a sus aposentos para descansar y emprender el viaje de regreso al palacio.

Aguardando el regreso del príncipe, la princesa envió una paloma mensajera a la casa de su hermana, la Duquesa de Mardasia, comentándole lo sucedido. Sin salir de su asombro, la princesa aguardó paciente la llegada del príncipe para cuestionarlo sobre ese precioso dije.
Resulta ser que, de acuerdo a las explicaciones de príncipe, el Conde de Osorio había pasado la noche en el castillo y, al momento de darse un baño, olvidó el dije de la Reina de Polonia que él traía entre sus ropas. La princesa no entendió demasiado cómo ese broche había terminado dónde lo encontró, aunque seguramente era una costumbre de las tierras de Osorio entrar a la ducha con todo el ropaje y de ahí el olvido.
Pese a las explicaciones recibidas, la princesa no objetó los argumentos del príncipe, pero le exigió que de aquí en adelante ninguna damisela ingresara en sus tierras cuando ella no estuviera presente.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.Creer ó reventar!
Los que saben entenderán y los que no preguntarán.
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