Comenten, puede ser anónimo, y está bueno saber qué pasa en el lado oscuro de la luna.
Gracias por pasar!



20 de noviembre de 2011

Corazón vagabundo

Me costó pero salí y todo se sucedió como si sólo hubiera pasado un segundo desde ese momento hasta ahora, todo se enlazaba a la perfección evitando que me arrepintiera.
Me di un baño que duró una eternidad y me dejé acariciar por el agua caliente que rodeada todo mi cuerpo, me "puse linda" ó al menos lo más linda que pude, me perfumé, me puse aros, agarré el celular, los cigarrillos, algo de plata y salí a la calle. Llegue a la esquina de casa y a menos de 20 metros un taxi libre, subí y llegue a Rivera Indarte y Falcon en cuestión de segundos. Cine, quería ver Amanecer, leo los carteles y empezaba a las 14.05... eran las 14.03, saqué la entrada y entré. Eramos pocos, creo que 20 personas en una sala enorme. No tuve ni tiempo de pensar, empezó la película y me sumergí en esa historia para olvidarme de la mía. Cuando terminó iba a entrar a ver otra que se llamaba "Un amor", quería hacer un continuado como hacíamos en el cine Rivadavia cuando era chica, pero ya estaba golpeada y esa película me iba a dejar derribada. Era demasiado.
Salí, perdida y liviana, empecé a caminar sin rumbo fumando un cigarrillo, con una que otra lágrima que se escapaba de vez en cuando, sin sensaciones, ni de frio ni de calor, como flotando por encima de todo y con la mirada perdida en la nada que tenia delante de mi.
Necesitaba escaparme en algún lugar donde la gente no moleste, pero estaban por todos lados. Me subí al subte A, una preciosa caja de madera destartalada que siempre me da la impresión que va a abrirse cuando el tren agarra una curva. Y me perdí.... desaparecí entre la gente y me desvanecí entre los túneles. Llegué a la ultima estación y volví, no había nada al final del camino que me obligara a quedarme, la gente iba a ser la misma, el sonido iba a ser ensordecedor y yo necesitaba mi silencio.
De vuelta en Flores, zona conocida, me senté a ver llover detrás de otra ventana y dejé que todas estas palabras salgan indiscriminadamente hasta que el mozo me sorprendió trayendo el café.
Me di cuenta que no era la única que estaba perdida. En una mesa había un tipo que parecía discutir con dos mujeres que no veía y que también dejaba la mirada perdida cuando la situación lo hacía salirse de si mismo. En la mesa de al lado un señor mayor leyendo el diario, solo con su café y su diario. Somos muchos los desesperados y somos muchos los que estamos solos, aún entre tanta gente.
Estoy volviendo a una zona oscura que no añoraba y temo regocijarme nadando en tanto infierno. Como dije una vez, es el dolor de no saber cuándo termina el dolor y la verdad es que no sé si el dolor se acaba o lo silenciamos con un ruido mayor.
Voy por mi segundo café, sigo mirando por la ventana y tipeando estas palabras en las mini letras de mi celular, algo complicado considerando el tamaño de mis dedos y la velocidad con que todas éstas ideas salen de mi cabeza. De todos modos esto sigue siendo un borrador, cuando llegue a casa lo leeré con calma para corregir todas aquellas palabras que dejé a la mitad y las que olvidé, porque me pasa seguido que mis dedos no dan abasto y dejan las frases inconclusas. Editaré estas letras así como me gustaría editar mi vida, borrar aquello que duele, poner un punto y aparte para separar lo que es importante, poner una coma para tomar un respiro y corregir todo aquello que pueda. Dejar mi vida como la de esa gente que éste domingo por la tarde camina de la mano o viene con sus hijos a merendar a este bar, todos con una sonrisa y la mirada perdida pero en aquél que tienen delante y no en lo que quedó atrás.
Termino este café y vuelvo a casa, a mis pantuflas y a mi camisón.
Mañana vuelvo a ponerme la careta, al menos hasta la noche, cuando vuelvo a estar sola conmigo mismo y no le debo sonrisas a nadie.

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