Hay una plaza en Avellaneda y Donato Alvarez que, aún 20 años después, provoca que mi corazón se detenga unos segundos cada vez que paso por ahí. La verdad es que no puedo contarles demasiado porque pasaron muchos años, las culpas prescribieron y los actores de esta historia viven otras vidas. Puedo contarles que hubo un yo y un él que, en una noche fresca de primavera, intentaron explicar lo inexplicable, tratando que dos caminos que estaban a leguas de distancia se unieran por obra y gracia de la mano del hombre. Algo imposible, razonándolo ahora, pero maravillosamente mágico en esas instancias.
Pero nada! me estoy yendo del tema.

Mi mente tiene raras asociaciones y en ese momento caí en la cuenta de una obviedad, nosotros tampoco somos los mismos, los años nos estructuran, nos llenan de temor y de prejuicios. En aquellos momentos yo me tiraba a la pileta sin pensarlo y "creía", porque ser naif era propio de la edad, porque equivocarse estaba bien y porque uno estaba aprendiendo a vivir y para eso había que probar.
Hoy es distinto...
La madurez nos congela, nos vuelve responsables, cautos en exceso, desconfiados. Vivimos tratando de alcanzar aquellos planes que trazamos en nuestra mente y nos perdemos los detalles. Le restamos importancia a aquellas cosas que nos tocan el alma y nos hacen perder el aliento, controlamos la adrenalina y el corazón ya no guía el camino a seguir porque la razón es la que nos domina. El "deber ser", lo que se espera de uno, mandatos que nos van acorralando a vivir vidas que nos son ajenas.
Más allá de mi realidad, creo que esto les pasa a todos, aunque su vida, su pareja, su profesión y todo su entorno parezca en orden, no sienten la necesidad de desestructurarse de vez en cuando?.
Pasar una noche charlando con alguien ó simplemente sentarnos a mirar la nada es una pérdida de tiempo... mentira!!!! Anhelo de esos tiempos el disfrute, el no preocuparme permanentemente de todo y poder tomarme unas horas para la diversión. Qué se yo! serán cosas de la edad jajaja.
Esa era más o menos la idea... pensar un poquito sobre cómo éramos y cómo somos, evaluar si no fuimos de un extremo al otro, poder encontrar el equilibrio entre lo que uno debe hacer y lo que siente, y por sobre todas las cosas ser un poco más crédulos y menos desconfiados... hay gente que vale la pena y que ofrece su mano porque así lo siente y no porque espera algo a cambio.
El amor incondicional existe, el problema es encontrarlo.
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